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Mostrando entradas de junio, 2015

Tu realidad...

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La última vez que hablamos habíamos peleado. Todavía tenía en whatsapp su última conexión.  Algo le había molestado de mi y a mi de él... es que a veces era tan terco, tan necio... Habíamos pasado semanas sin una sola palabra, realmente yo, no lo buscaba porque, bueno... no sabía cómo estaba, pero sabía que "estaba"; que seguía detrás de su pantalla, que estaba en su casa, tranquilo, quizá muy cansado, pero ahí.  Los últimos meses habían sido difíciles para ambos. Él, intentando encontrarse en el mundo laboral y yo, en mi propio mundo. Él y yo sabíamos que estar juntos era lo mejor para ambos... y a la vez, lo más destructivo.  Recuerdo cuando estaba en sus brazos, cuando las primeras veces dormía tímida a su lado. Recuerdo las cosquillas, las risas, la confianza... la unión entre ambos. Era tal nuestra conexión y nuestra felicidad, que alguna vez nos preguntamos si sería posible pelear... por supuesto que no, éramos perfectos. Viví con él los más grand...

Alejandra

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Alejandra, ¿Qué te digo? Las cosas van bien por aquí. Si bien, es verdad que me duele, aquí lo que importa es vivir. La gente vive como le place, la gente es voluble y fugaz Si yo ando de buenas ahora, mañana nadie lo notará. Por eso hoy quise enojarme, Alejandra, ¿Qué te digo? Nadie en cara me lo podrá echar. Alejandra, Alejandra, si yo te pudiese contar que aquellos años de niñas, eran mejores que el ya. "Ya quiero crecer, ya quiero volar, ya quiero vivir, ya quiero fumar". Amiga, esto no es normal, yo aquí escribiendo, y tú, quién sabe si estás. No digas palabras, guarda silencio, ya ves que dicen que se las lleva el viento. Sólo siéntate y observa conmigo a la gente, ¿Puedes ver? Desde aquí la soledad es inherente. Si hoy actúo, la gente habla, si no lo hago, te dan la espalda. Alejandra, Alejandra, la gente es voluble, y aquí sus palabras, arden como lumbre. No tengo ganas de silenciar sus miradas: ¡Que me hablen en coro, que no tengo ganas! ...

Frío

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Aún no sonaban las alarmas; ni aquella electrónica, ni aquella natural. Las aves probablemente aún aguardaban, dormían... quizá alguna moría. Noche en tanto la ausencia del sol, día en tanto la ausencia del sueño. Un limbo. Mi sueño. El agua caía de la regadera. Ningún rastro de vapor, ningún rastro de calor. Sólo yo, mi cabello y mi cuerpo. Decidí apresurarme a tomar una ducha, aun cuando ésta carecía de la suave caricia que propicia un baño, al menos, tibio. La gotas astillaban mi piel, mi calor se desvanecía con su terca caída. Los ríos se formaban alrededor de mis piernas, seguían la dulce silueta y se quebraban en mil pedazos al tocar tierra. Se formaban vertientes en el abdomen, se unían a la cascada del cuello, vibraban. El cabello fino cubría la espalda, cubría los senos, cubría mis ojos. Los brazos se apresuraban ante la frívola tempestad del agua, del tiempo, de los recuerdos. Dolía, dolía inmensamente como una carga, una bofetada o tal vez, un puñal. Dolía el pensam...