Al mejor postor
Gratis
Por la simple y llana razón de la cordialidad... porque algo tan bello y natural no merece pagarse.
Y así fue como trabajó durante años: desinteresado, pleno. Con sus normales atavíos y deslices, como un pequeño jugando en el parque. Sin miedos, sin expectativas. Simplemente ahí, siempre inquieto, acelerado, feliz. Como si el mañana no existiera, ni menos aún el pasado, viviendo al día, sonriéndole a la tormenta, sonriéndole al Sol.
Porque nada más existía en sus límites que su esplendor, el calor de sus brazos y el consuelo de sus palabras. Porque quien estaba solo encontraba su compañía, quien sentía frío encontraba su calidez. Porque sacrificaba la egolatría, el orgullo y el desdén. Porque mataba sus instintos más salvajes... porque incluso se mataba a sí mismo si era necesario.
Porque se dejaba llevar por la pasión, por su infinito afán de pintar ilusiones y crear sueños, por su dulzura, por criar esperanzas y procurar alegrías. Hacer de una pequeña semilla un gran árbol, hacer de una criatura un magnífico ser. Él y su poder de aliviar vidas y curar heridas.
Porque lo único que pedía era que dieran frutos sus esfuerzos. Que el otro fuese feliz, soñara, se renovara, viviera cada instante como el primero y cada aliento como el último. Él no pedía ser remunerado, sin embargo siempre terminaba mal pagado.
Porque lo único que pedía era que dieran frutos sus esfuerzos... pero junto a él.
Comentarios
Publicar un comentario