Hoy decidí tatuarme.

Hoy tomé la decisión más difícil de mi vida. Decidí tatuarme.

Después de pensarlo todo el día, finalmente mi moral y mi instinto decidieron acceder. Frívolos, livianos y egoístas, me han conducido a pedir unos cuantos pesos prestados y ahora estoy aquí, dándole vueltas a la manzana, intentando perderme entre las personas, intentando evitar que me vean entrar.

La fachada es oscura, algunas personas han condenado el lugar y otras tantas lo han logrado clausurar, pero hoy, para mí, está abierto. Cuando por fin me decido, un hombre alto y mal encarado me abre la puerta, "¿Es este el lugar donde hacen tatuajes?" Le pregunto, "Si, pase" me responde cerrando la puerta a mis espaldas.

"Pasa por acá", me dice una chica delgada llena de piercings algo aburrida. "Vamos a ver si estás apta para ser tatuada"

¿Qué tan apta debo ser para decidir tatuarme? Si a final de cuentas, no creo que les importe más que el dinero que me hacen dejar en la caja después de la evaluación.

Me cobran, frías y malencaradas, un par de chicas con playeras negras y pantalones roídos. Me pregunto por qué debo pagar antes de tener la certeza de que tendré la tinta en mi piel, sin embargo vuelvo a acceder, últimamente hago cosas lo suficientemente idiotas como para cuestionar algo tan banal.

"Siéntate y espera tu turno", me dice una de las góticas mientras cierra su libreta y me señala un frío pasillo de sillas incómodas. Le hago caso. Me dirijo tímidamente y tomo asiento cerca del baño.

Me pregunto qué pensarían mis amigos al verme aquí, yo, la más callada, la más seria, el ejemplo a seguir frente a mis profesores. ¿Qué dirían de mi si se enteraran del egoísmo, resentimiento y coraje que me han conducido hasta aquí?

Volteo a todos lados un poco nerviosa e intranquila, pero irónicamente confiada a la vez. Veo a una chica y su novio besarse en las sillas frente a mi. Creo que han decidido tatuarse juntos, él la abraza aunque parece desconcertado y ella ríe nerviosa mientras le toma la mano a él. No creo que pasen de mi edad, de hecho, creo que son bastante jóvenes aún... eso me hace sentir estúpida.

De pronto me da cierta melancolía saber que estoy sola. Quizá no me sentiría tan culpable y avergonzada de mis actos si supiera que tengo a mi lado una amiga, o que mi novio cometerá las mismas locuras que yo. De pronto desearía no sentirme así, ojalá no hubiese visto a esa pareja de enfrente.

Mi novio y yo terminamos hace un par de meses, mis amigas están lo suficientemente ocupadas con su propia vida como para compartir la mía, aunque en serio desearía que alguien estuviera aquí.

Oigo la voz de un hombre que me habla desde el primer piso, volteo, alzo la mano para que pueda verme y voy tras él. Las escaleras son estilo caracol y es difícil seguirle el paso, me siento mareada y de pronto ya no lo quiero hacer... pero ya pagué.

"Entra", me dice, "Descúbrete la piel".

Jamás me había sentido tan desnuda en la vida, ni siquiera aquella vez que le conté los episodios más tristes de mi vida a una persona, pero ya no hay marcha atrás.

"Recuéstate, en seguida vendrá el tatuador"

Obedezco, veo todo negro, las pequeñas ventanas apenas dejan entrever un poco de luz solar, me recuesto ya expuesta y con las piernas colgando como peso muerto. De pronto entra un hombre extranjero, posiblemente norteamericano, de brazos fornidos pero amable semblante.

"¿Te pondré anestesia?"

"No", le digo, "Me costaba un poco más" sentencio esbozando una risita nerviosa y sintiendo cómo sus brazos comienzan a apoyarse en mi. Oigo una maquinita como la de los dentistas, ojalá hubiese sabido que esto resultaría mucho peor, quizá de ese modo no habría huído de la ortodoncia.

De pronto siento cómo se me parte la piel en mil cachitos, siento entrar y salir la aguja y veo pequeñas gotas de sangre brotar de mis poros. Esto duele, carajo. ¿En qué estaba pensando al hacer tal estupidez?

Quiero gritar que paren, una chica me sujeta mientras el extranjero sostiene con la palma y la aguja mi piel.

Me avergüenza sentir dolor, me avergüenza llorar, no quiero que me vean llorar, pero cada vez que se detiene por la interrupción de mis movimientos y vuelve a comenzar, me lastima un poco más.

Entonces la chica comienza a hacerme la plática intentando distraerme un poco del dolor. "¡Cállate, perra!" Quisiera gritarle para persuadirla de que su estúpida conversación no es anestesia local, pero entonces algo duele más que la tinta, y es la soledad.

Contengo mis insultos y los trago para mi, esa chica está más interesada por mi en este momento que cualquier otra persona que en algún momento llegué a estimar, es tan triste, triste saberme apreciada únicamente por la aprendiz de tatuador.

Comienzo a responder a su plática, y aunque debo confesar que me ha distraído del dolor corporal, no puedo evitar sentirme mayormente agobiada ahora por el repasar de mis palabras; mi escuela, mi trabajo, mis pasatiempos, mis amigos, todas esas cosas que ella pregunta y que no sabe que se me han roto antes de llegar acá.

"Sólo un poco más" dice el tatuador, y entonces sé que ha llegado a donde temía llegar. Contengo un poco la respiración y comienzo a exhalar lentamente en pequeños resoplidos que salen de entre mis labios, siento un par de lágrimas caerme hacia los lados y presiono la dentadura para evitar gritar.

"Listo" me dicen, y sólo entonces puedo volver a respirar. Mi cuerpo tenso cae sobre el reposo y siento un leve ardor alrededor del tatuaje. Ha sido breve, pero me ha parecido una eternidad

"Lo has hecho genial" dice el tatuador, luego se despide cordialmente y se pierde en uno de los cuartos de atrás. Me invitan a sentarme un momento para dejar descansar de mi dolor, entonces escucho a la pareja entrar y oigo a la chica gritar. "Realmente te felicito, has sido muy valiente" me dice una chica a mi lado, "¿Vienes sola?" De repente siento cómo se me parte el alma y se me escapa el sarcasmo en un gesto.

Me siento realmente cansada, cansada, triste y vacía.

"Hasta luego", me despido, salgo y pronto camino hacia la avenida.

Alzo mi blusa y ahí está, recubierto pero notablemente visible, sé que las personas pueden verlo, de hecho, siento que de pronto todos posan la mirada sobre mi, aunque en realidad nadie me vea, se me ha entrometido una ligera paranoia. 

Estoy aterrada, confundida, no sé qué pasará después.

Sólo estoy segura de algo:

Hoy decidí tatuarme y me tocó elegir el peor de los diseños.

Da igual, de cualquier forma, no encontraría el modo de borrarlo.


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