Sobre azul

Ten cuidado la próxima vez que recibas un sobre azul.

Míralo desconfiado, dale vuelta tras vuelta, guárdalo en la bolsa interior de tu chamarra negra.

Sube lo más pronto a tu habitación, evita que tu madre vea o pregunte, no te detengas a lavar ropa o mirar televisión. Sube, sube y pregúntate mil veces de quién puede venir ¿El banco? ¿Un amigo? ¿La departamental? Duda, duda una y mil veces, disparate en tu cama, pero antes cierra bajo llave.

Descansa, medita, interroga. Interrógale a tus adentros y descifra el remitente. Siéntate y dale tres vueltas, quizá una más. Basta. Clávale la mirada y frunce el ceño como es tradición, no permitas que el ruido te desconcentre, siéntate un par de minutos a leer este sobre, siéntate unos minutos o una larga eternidad.

Espera antes de abrir. Siente miedo, siente cómo se congela lentamente tu sangre, siente las venas vidriosas de tanta presión. Recuéstate, mira al techo, ponte a pensar en todo lo malo que has hecho ya ¿A quién hiciste reír? ¿A quién hiciste llorar? ¿Qué es tan importante para visitarte ahora, para llegar directamente al buzón de tu hogar?

Llévate las manos a la cabeza, recorre con los dedos tu negro cabello e inclínalo hacia atrás, siente dolor, ahora en tus sienes, siente fatiga, calor y espesor. Escucha el gritillo que sale de tu oído, siente de pronto agitar tu respiración, ahora es la hora, ahora es el día, en este momento ya sientes terror.

Reponte despacio, sostente de nuevo, decídete ahora a mirar su interior. Corta despacio, no tienes prisa, hace diez meses el reloj se paró. Escucha el rugido del papel al romperse, observa las fibras azules romper. Rompe despacio, abre enseguida, verás pronto un alma convertida en papel.

Saca, toma las orillas, desdóblala lento, con devoción.

Siente cada minuto de este bello momento, deja que el papel negro envuelva tu alrededor. No te preocupes, no sientas pena, no tengas miedo, tenle terror.

Aquí tienes tus miedos, todas tus respuestas, te dejo mis sueños y tu ingratitud. Te dejo una vista nublada de lágrimas, te dejo mentiras, de paso te dejo un noble corazón. Te dejo el llanto, te dejo la ira, te dejo la culpa, te dejo el rencor. Verás también ruinas, verás mis desiertos, te dejo tu ausencia y todo el dolor.

Envuélvete en negro, tal como lo hice. Desecha esperanzas, borra ya la sonrisa, es tiempo de poner en marcha el reloj.

Que corran los días, que corran semanas, que corra en tu mente una eternidad. Ahora detente ¿Te sientes mareado? Quizá esa tristeza me implore piedad.

No rasgues tu alma, déjala que vuelva, permítele entrar esta vez a tu hogar. Tómala del brazo, camina con ella, hazla tu amiga, que también a ti pueda verte llorar. Escucha cada noche sus gritos, retuércete de dolor cuando te quiera hablar. No la calles, no busques detenerla, entre más la reprimas, más dolor sentirás.

Escríbeme una carta, cuéntame de ella, me gustaría saber cómo va en su nuevo hogar. Ten mucho cuidado, no dejes que vuelva, porque juro que a la distancia, después la extrañarás.

Sécate las lágrimas, regrésala a su sobre, juro que de mi siempre te acordarás. Ya no digas nada, piensa más despacio, acostúmbrate a vivir con ella detrás.

No hagas ruido. Déjala que duerma. Y jamás le huyas...

Te perseguirá.


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