Penúltimo
Ya es noche, quizá ya es otro día, no lo sé.
Estoy impaciente, detenida frente a la pantalla, mis ojos se cierran, mi vista se nubla. No puedo terminar con esto, es demasiado, últimamente todo es demasiado, no es como hace algunos años que todo parecía tan liviano, hoy pesa, se vuelve bulto.
Sé que él está del otro lado, pero no ahora. Algo me dice que está del otro lado, mis sospechas, mis dudas, mi ansiedad no me permiten enfocarme en lo realmente importante. Pero ¿qué puede ser más importante sino él? ¿cuántas veces he pensado esto? seguro no es la primera... parece un deja vu. Pero estoy segura que esto es lo real, esto es lo que importa hoy, esto sí va en serio.
La frente adolorida, las voces y el frío que cala mis pensamientos me incitan a acercarme. No quiero. Me duele la cabeza, estoy cansada, muero por conocer, le llaman curiosidad. Al carajo.
Entonces abro la puerta prohibida, no debería estar en este mundo, no me pertenece. Estoy violando la vida de alguien, pero él violó mi corazón, no debió entrar, jamás debió entrar... debería saber en este punto que mi amor se ha disfrazado y ahora corre peligro, él, su vida y su felicidad. Soy una espada, brillante, atractiva, mortal. Puedo ser su silencio más cálido, su canción más armoniosa, pero él no lo sabe, no sabe cómo soy en realidad.
Jamás debió conocerme ni yo a él, pero ya es tarde y está aquí en mis manos, en mi desenfreno. Mis ojos se iluminan entre lo prohibido, bajo, deslizo, el corazón se acelera, la sangre hierve. Entro, abro puertas y se desmienten las dudas... el frío congela más que nunca.
Se paralizan mis sentidos, mis labios tiemblan, mis dientes chocan entre sí. Mis ojos se parten como cristales en mil pedazos, duele, arde, de nuevo esa sensación de vacío que jamás descifraré, algo se rompe, se escucha un estruendo y a la vez nada. Continúan las palabras dentro de mí, tienen su voz, la grave dulce voz que me erizó la piel desde el primer momento. Sus malditas palabras y su oscuro placer. Lo odio, lo odio más que nunca, aún cuando nunca lo había odiado y lo había comenzado a adorar. Sus ojos no demostraban su alma, sus ojos siempre llorosos decían algo más, su sonrisa tranquila, su noble gesto, no lo voy a aceptar, estoy mal, debo estar alucinando, no es él.
Las manos tiemblan, puedo sentir hasta la sangre la rigidez del cuerpo, me desvanezco pero sigo inmóvil, no pueden salir palabras de mi boca, se escuchan murmullos, algo moja mis mejillas, la respiración se precipita, el tiempo se detiene.
Mis ojos se pierden entre sus palabras, en las palabras dulces que dijo, que repitió una y otra vez, y en la imagen de ella y de ella y de ella y de tantas mujeres que no quise descubrir. Te odio, te aborrezco, quisiera jamás haberte conocido.
Pero ahora sé de ti y tu sabes de mí, pero igual que todos, igual que nadie, no has llegado al fondo de mi verdad, me ves como te vi, como esa dulce esperanza, como un rayo en medio de la soledad, como un zumbido en el silencio. Pero ahora he visto más de ti, puedo percibirte, ver a través del cristal que te aísla del resto del mundo. Ahora te he descifrado y tu sigues sin poder ver a través de mi.
Te odio. Cierro. Respiro el aire que detuve. Ya salió el sol, de la mañana, de mi pensar.
Ya he perdido todo. Pero tu no. Tu no sabes que yo he terminado aquí, tu comienzo es hoy, para ti esta historia se escribe a partir de esta página. Me gusta comenzar con el fin. Ya has acabado para mí, en el primer día de nuestra historia, de la historia que se escribirá con dedos en el aire.
-Te he extrañado.
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